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Prensa

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  Entre todas las manías de hombre cuya vida se ha desarrollado, se está desarrollando, a lomos de mula coja de dos siglos desiguales, tengo la de comprar el periódico en papel. Lo suelo leer los fines de semana, pues entre diario, como dicen los cursis posmodernos, no me da la vida . Pero lo cierto es que la vida da para mucho, sólo es cuestión de gestionar con debida astucia el tiempo, aunque eso es harina de otro costal y, por ello, será tratado en otro momento más propicio.             Como decía, compro el periódico los fines de semana y cada vez encuentro más y más trabas para hacerlo. Los quioscos de toda la vida son esqueletos de hierro famélico y retorcido, sin más vida que la del musgo y los hongos alucinógenos del abandono. Apenas queda alguno en aquellas esquinas donde los chavales nos arremolinábamos para comprar cromos (le te… no le te… está repe…) y golosinas con la paga de los domingos y compartíamos espacio, ...

Mienten

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  Vivimos en una sociedad colmatada de mentira. Sé que no es la mejor manera de comenzar una entrada en este blog que casi nadie lee; pero ¿es precisamente porque casi nadie lo lee o porque me da la real gana escribirlo? En usted, querido lector, queda la respuesta.             Mentiras, mentiras, mentiras.                                                                                                 Imagen de  Schwerdhoefer             Miente el vendedor de crecepelo a esos potenciales clientes que no tienen más solución que la ofrecida por las clínicas turcas a rebosar de clientes ibéricos.      ...

La misma rutina

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  El «quinto levanta» de mi despertador lleva quince minutos golpeando como pelota de pádel las paredes de mi habitación. Con mano torpe y ojos sellados con el lacre de las legañas consigo que el horrísono soniquete se frene en seco de una vez por todas ante las luminarias del nuevo día. La pereza no me abandona en el trance de salir de la calidez de las mantas y dirigirme en cruel travesía hasta el baño.             Ducha. Desayuno copioso: dos tostadas de pan, pan embadurnado en mantequilla, de la buena, no ese sucedáneo vegetal, en cuyas cumbres se enriscan los pegotones de mermelada de fresa. Desciendo los sesenta y ocho escalones que separan mi hogar de la acera dentro de la confortabilidad de un ascensor con pantalla y música ambiente. ¡Maldita sea! Anoche aparqué el coche en el único hueco existente a la otra punta de la vía donde vivo. A tomar por culo. Camino en su busca con el aliento adherido a los alveolos y la re...

Adolescencia y música celta

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Todos hemos pasado por ahí. O al menos deberíamos haberlo hecho. Y, la gran mayoría, la hemos superado de una u otra manera. Otros, sin embargo, a pesar de peinar canas en ciertas partes de su anatomía, siguen buceando por los mares de la inmadurez, donde la responsabilidad es un delirio y uno se defiende en el marasmo de sentirse cómodo en una habitación (ergo mundo) hecho a su medida. Escribo sobre una etapa compleja de nuestras vidas. Una etapa de cambios físicos, de cambios morfológicos, sexuales y emocionales. Una etapa de abrazo a una adultez dispuesta a convertirse en demasiado larga. O no.             Como el único lector que sobrelleva con estoicismo mi sarta de tonterías habrá deducido, me estoy refiriendo a la adolescencia. Sí, la parte de la vida humana más absurda, tonta y que pide a gritos el bofetón de la existencia pura y dura de la madurez. La gran mayoría de las personas que circunnavegamos el primer mundo poseemos...

La agonía del acomodador

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  De un tiempo a esta parte, se está quedando afónico el sonido circular del carrete en la sala de proyección; de su ventanilla, una luz apenas viuda, entristecida y moribunda se asoma para caer al patio de butacas donde el eco del silencio se ha hecho fuerte. El uniforme azul chófer del acomodador se apolilla en el armario de la tristeza; la luz de su linterna se ha fundido, los filamentos de su bombilla se han resquebrajado por la artritis de la falta de uso. Poco a poco, las salas de cine se convierten en un escenario falto de actores, de tramoyistas y de apuntadores muertos por las balas disparadas en el argumento de la última representación.             Lejos han quedado las colas que circundaban los edificios de los cines, donde los sueños se materializaban en la sagrada forma del celuloide. En las minúsculas ventanas de las taquillas donde se despachan entradas para ver un cielo de dos horas de duración, cuelga el ca...

Agoreros guerracivilistas

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              Los agoreros de tal o cual lado del espectro político maloliente que nos circunda (o nos circuncida), ante el revuelo y la confusión reinante de estos tiempos modernos, han comenzado a incluir en el relato, teledirigido, por otra parte, por los prebostes de las ideologías que cada uno profesa, las palabras guerra y civil. Guerra civil.                                                                                                                                                 Imagen de Karabo Spain   No pueden hacer otra cosa que comparar la situaci...

Leer entrelíneas

Dejó posado sobre la mesilla de noche su libro favorito: una biografía sucinta, Al despertar, se miró al espejo y solo se reflejaba su perfil. Su perfil bueno. Su esquemática de Fernando VII, el príncipe que nos salió rana. Acarició el lomo de único perfil. Nunca se reflejaba su imagen frontal. Carecía de ella. Tan sus letras grabadas con la yema de sus dedos, como si con este acto mostrara acostumbrado estaba él y los suyos de ponerse de perfil que había admiración o juramento de fidelidad. Se ajustó a la perfección de su cuello el desaparecido del azogue el negativo de su cara de frente. Habían pasado blanco de la camisa. Era un blanco sin rasgo alguno de pureza, sin destellos de demasiados años. El espejo estaba acostumbrado ya. santidad. El charol de sus zapatos eran espejos pulidos por una de sus Salió a la calle. En la puerta otra tribu de escoltas para protegerlo. En el asistentas, una bella filipina que mostraba su sonrisa bajo el yugo del imperativo c...