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Mostrando entradas de noviembre, 2021

El árbol y quien recoge sus frutos

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  Hace muchos años, detrás de un cerro cercano al pueblo, tuve un huerto. En el huerto tenía un árbol. En el árbol había un nido de petirrojos juguetones.    Aquel árbol era la envidia de todos los paisanos que hasta allí se acercaban en sus paseos vespertinos recetados por el galeno local. En primavera aparecía exultante, lleno de vigor y con las hojas de un verde que centelleaba, que reflejaban la luz del sol como si de una suerte de miríadas de espejos se tratara.    En verano producía una especie de frutos rojos que se comían en la cornucopia de la vida. Eran jugosos, cuando se mordían resbalaba la savia por las comisuras labiales, azucarados como miel del monte Olimpo y desprendían un frescor que aplacaba a la canícula.    En otoño sus hojas se convertían en monedas de oro que refulgían como el tesoro que un duende guarda al final (¿o era al principio?) del arco iris. En esta época, la brisa traviesa hace tintinear las hojas y el sonido, como de vibráfono sutil, atrae a los to

La otoñal tristeza

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  Es el otoño mi estación favorita. El cambio de tono de las hojas caducas de los árboles, su posterior caída y resurrección; el fresco que con paciencia se va tornando en frío verdadero que, como por arte de ensalmo, eleva las solapas de nuestras chaquetas para proteger nuestros delicados cuellos; las aceras mojadas por las lluvias, la niebla espesa y el relente que la noche pinta sobre los adoquines falsos redoblan su atractivo cuando son holladas por la goma dura de la suela de mis botas.    Pero, de un tiempo a esta parte, al encantador encanto del otoño se le une el misterio oculto de la tristeza que nos acompaña por las calles, por los caminos y hasta por las cunetas de las carreteras secundarias. Se ha convertido en un ingrediente más de este mejunje otoñal que tanto nos ha venido gustando. Es una tristeza intangible, que nos mira con los ojos carnosos de la amargura, nos susurra un aire gélido en el oído y nos envuelve con el manto púrpura del desconsuelo. Tampoco tiene una r