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¡Feliz Navidad!

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  Ya es Navidad. Hace frío. Las heladas se han convertido en decoración corriente de nuestras aceras, de las hebras de césped de los jardines y de los lomos de los coches aparcados en la calle. A lo lejos, en la sierra, el manto de armiño de la nieve oculta a la vista las cumbres pedregosas. Comienza el invierno y celebramos la marcha del otoño con el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. El año va tocando la sinfonía de su fin y las valoraciones y los propósitos se sientan a jugar al cinquillo en la misma mesa, sobre el mismo tapete verde y con la misma baraja de naipes.             Son tiempos de comidas de empresa, de cenas familiares, de beber con la mesura del dipsómano. Son tiempos de celebración, de unirse a otras personas con las que compartir el tiempo, la alegría, la esperanza de volverse a ver al año siguiente. Como digo, celebramos, comemos (¡esa gran celebración!), bebemos y todo ello con el fin de pasarlo bien, ...

Belleza ninguneada

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    Miguel Ángel, Dante, Velázquez, Calderón, Bernini, Goya, Chesterton, Hichtcock.             Cuando uno escucha estos nombres propios le viene a la cabeza la misma idea que si escucha El David, la Divina Comedia, Las Meninas, La vida es Sueño, El rapto de Proserpina, La Familia de Carlos IV, Ortodoxia o Vértigo ( De entre los muertos), obras todas ellas de los autores arriba mencionados. Y esa idea no es otra que la idea de BELLEZA, así en mayúsculas. La Belleza, junto a la Verdad y al Bien son el trío que designa lo transcendente, lo que nos eleva sobre el resto de criaturas y sobre nuestra propia especie.             El arte, en todo su maravilloso esplendor, ha sido el fiel reflejo de la belleza o, al menos, el fiel reflejo de su búsqueda constante. Los artistas se han caracterizado   no sólo por su ensimismamiento natural o congénito, sino por esa esp...

El buen salvaje

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  Danzas tribales, saltos imposibles, lanzas enhiestas en claro desafío a un cielo sin nubes. Los Masai a rebosar de colores en sus ropas, en su cuerpo, en sus pupilas, advocan   a sus dioses para que les depare una buena caza.             El chamán escupe una suerte de agua mezclada con fuego y arroja sobre el suelo alisado de su choza los huesos límpidos de un mamífero selvático que le indicará por dónde va a discurrir el futuro más próximo de su tribu. Entretanto, en el Amazonas, de tanto árbol, no se puede ver el sol.             En el Sacromonte, el gitano sin gracia se cuelga al hombro la guitarra española y, cuando en el cielo sufre un vahído la madrugada, se arranca por bulerías de Jerez con sabor a vino dulce y clama por el amor de los sacais verdes con aroma de virginidad de la gitana por la que bebe los vientos.       ...