Problemas del primer mundo
A Estela , Mateo y Mikel, que aunque no lo sepan, son mis héroes. Los ciudadanos de occidente, del primer mundo, vivimos enfrascados en una suerte de prisa endémica que nos tiene atareados desde que se despereza el sol por el Este hasta que le hace el relevo la luna en el turno de noche. Esa prisa, unida al resto de factores que conforman nuestro tipo de vida, nos han convertido (ante nuestros ojos, por supuesto) en el maldito ombligo del mundo, en el centro de todas (¿de todas?) las miradas, en lo más acuciante del momento. De este modo, si un ejecutivo de una multinacional pisa un chicle en el centro de Amberes, en un suburbio de Los Ángeles o en frente de la torre Eifiel, parece que el mundo se ha encogido y, por ende, se va al garete el planeta entero. Foto de Ryan McGuire Este mismo tipo de vida tan occidental nos transforma en pequeñas moléculas rodeadas de áto