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La pertinaz sequía.

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  Por las ondas de Radio Nacional o en la antesala en blanco y negro del NODO, bramaba la vocecita aflautada e indigna de un general, ¡qué digo general! ¡Generalísimo!, mediante la cual comunicaba a los españoles que su querido país, el cual se desperezaba a trompicones al tecnicolor, sufría una pertinaz sequía . Una sequía equiparable a una maldición bíblica que se apoderaba de los cielos inmaculados de nubarrones, de los campos agostados y de un amarillo, como la sequía, pertinaz, y de los surcos de las frentes sudadas de los campesinos, de los labriegos y de los jornaleros.    Las sequías de la anterior época eran longevas como matusalenes irredentos e infectos de odio hacia el pueblo español. No duraban la siesta del estío sino que se extendían por el sueño de todo el año y por el largo día de los lustros. Hogaño, las sequías no son tan pertinaces o duraderas, pero el machacón soniquete de los medios de comunicación las convierten en tediosas noticias que se alargan como chicle