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Mostrando entradas de mayo, 2022

El niño con pueblo

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  En mi cole hay un niño que dice que no tiene pueblo. Es de la ciudad de toda la vida. Sus padres nacieron aquí, sus abuelos también nacieron aquí y hasta sus bisabuelos no conocieron otro sitio distinto a esta ciudad.             Cuando me lo ha dicho me ha dado mucha tristeza por él, pues la mayor ilusión mía es poder ir al pueblo cuando llega el calor y las clases se terminan. No me puedo imaginar que no vaya en verano a escuchar a las chicharras cantando su eterna canción en las ramas de los árboles; ni que no vaya con su abuelo montado en el mulo a pastorear a las ovejas; ni siquiera que no sepa cosas como que los huevos los ponen las gallinas y éstas comen el maíz de la cosecha.             Él me dice que todos los veranos se va al apartamento que le tocó a sus padres cuando concursaron en el 1, 2, 3, allí en Torrevieja, provincia de Alicante. Todos los días va a la playa y tiene muchos amigos en la urbanización, todos hijos de concursantes televisivos. Juega, por lo visto,

Al rico reutilizar sobres de elecciones

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  Iba a escribir este artículo en tiempo de elecciones, pero me he dado cuenta que vivimos en un estado perenne de tiempos de elecciones. Unos plebiscitos continuados, con una persistencia sin final. Y se preguntará el único lector que tiene a bien leerme cuál será el motivo por el cual este texto debería haber sido escrito en época electoral; pues fácil es la solución que a renglón seguido paso a contarle:             Nos abruman durante la campaña electoral con una ingente cantidad de publicidad que a nuestro nombre acude en masa a los buzones de correos. Lo bueno de este aluvión es que se vuelve a dar un uso que no sea ornamental a esas bonitas bocas devoradoras de papel de nuestras casas, olvidadas ya las cartas de amor, las postales de viajes o las felicitaciones con motivos navideños.             Bueno, al lío, con semejante desbordamiento de celulosa publicitaria de personajes que muestran su mejor perfil, acuden a casa de un servidor unos sobres de color sepia o salmón, ést

Cuaderno de bitácora del capitán Boyton, viajero en el tiempo.

  Después de miles y miles de aventuras por todos y cada uno de los continentes de este nuestro mundo, logré hacer sociedad con un viejo científico, que más tenía de alquimista que de científico, el cual me vendió una máquina con la capacidad de viajar a través del tiempo. Cuando me la enviaron a casa, el repartidor me miró con ojos de ver a un ser ingenuo y esto levantó en mí una ligera sospecha de haber sido estafado. Por mi mente se pasaron las portadas de los periódicos de todo Baltimore, en las que se me veía en un daguerrotipo con la cara atravesada por el espanto y en el que se podía leer con letras pomposas: «Famoso capitán y aventurero estafado por alquimista loco».             Pero no, no fui estafado. Tiré de la cuerda que arrancaba el motor y pude escuchar como canto divino el sonido perfecto de su mecanismo. Me introduje en la cabina y en el frontal tenía un cuentapasos con una serie de dígitos bajo el lema de los meses y los años. Manipulé el medidor y pensé que deberí

Ingenuos

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