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Hijos y fútbol

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  No he sido muy aficionado al fútbol. Apegado a la Verdad, ni mucho ni poco, simplemente no he sido aficionado. Ni siquiera vi la final de la Copa del Mundo de Sudáfrica. No me interesaba.           Desde la primera vez que respiró oxígeno de modo directo mi heredero, caminó por las mismas trochas no futbolísticas por las que yo transitaba. No fue nada influenciado. No le gustaban los juegos de balón y se dedicaba a otros juegos más creativos. Si bien es cierto que al poco de empezar a mascullar palabras eligió ser del Atlético de Madrid, a pesar de que el deporte rey en esos momentos no le atraía nada de nada.           Corrió su infancia entre disfraces, música (fanático de Queen) y la compañía de teatro «Siempre Alegres» del colegio. Una mañana (¿o fue una tarde?) decidió que quería ser actor de doblaje. Se tragaba videos de cómo se doblaban al español las películas, entrevistas a los...

La individualidad uniformada

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  «Personaliza tu cuerpo». Así, de un modo tan impactante, se anunciaba una tienda o establecimiento donde se practicaba el arte del tatuaje. «Personaliza tu cuerpo»,   como si no lo tuvieras ya bastante personalizado con el color de tus ojos, con ese hueco tan característico entre tus dientes superiores o esos hoyuelos tan graciosos que rescatas cuando sonríes. «Personaliza tu cuerpo», decía el anuncio, dirigido, sin duda, a esos cientos de crédulos que tienen la necesidad de dibujar en su piel el rostro de un bebé con apariencia de muñeco diabólico, al protagonista de la serie del momento o la efigie de Espinete para recordar su alegre infancia (de la que muchos todavía no han logrado salir) para saberse únicos, inigualables, inimitables.                                                                     ...

Soberanía

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  Mi pasión por las palabras es bien conocida por las personas, si es que todavía sobrevive alguna, que deciden invertir su tiempo en leer las entradas de este blog. Me gusta leerlas, saborearlas, atesorar en mi mente el olor que desprenden cuando las escribo. Por tal motivo el Diccionario se ha convertido en ese gran aliado al que nunca hay que dejar caer en el olvido, como está ocurriendo en estos tiempos, y desempolvarlo no de vez en cuando, sino todos los días. El Diccionario es el amigo inseparable del escritor, del lector, del curioso y el compañero íntimo de la notoriedad del discurso, de la profundidad del conocimiento y de la exposición del pensamiento lúcido, como le gusta decir a mi admirado David Cerdá.             Estos días atrás me entretenía jugueteando con las letras de la palabra soberanía. Nueve letras y una elegante tilde que destroza, destruye un diptongo. Del juego, entretenido y pueril, con las letras y...

ELA Pagón

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  Apenas entraba en mi sistema respiratorio un hilo de oxígeno que me aferraba a la vida. ELA pagón había hecho saltar los plomos de toda la Patria, y de la vecina, y el respirador que me hacía colgar del hilo de la vida no funciona ba en modo eléctrico. Gracias al Señor, quien inventó este sistema pensó en las posibles desgracias que podrían acarrear a sus usuarios la falta de energía eléctrica y acopló a su sistema un pequeño generador de gasolina. Una vez la electricidad brillara por su ausencia, de manera automática, el pequeño motorcito de gasolina haría funcionar el respirador.    Ese momento de lucidez del genio inventor era el que ahora, en pleno apagón nacional, me mantenía como ser pensante. Cierto que el flujo del gas vital era algo menor, por el hecho de alargar la eficacia del combustible del pequeño depósito. Pero suficiente. Dos litros de gasolina se habían convertido en el anillo de poder, en las monedas de oro del tesoro escondido de algún pirata....

Propósitos tiene la vida

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  Cuando el hidalgo don Alonso Quijano, una vez convertido en Don Quijote de la Mancha, partió de su casa a vivir aventuras, salvar princesas y desfacer tuertos , tenía un rocín flaco, una adarga antigua y una lanza en astillero. Pero lo importante no era lo que el curioso personaje tenía, sino lo que poseía. Y lo que poseía era un propósito de vida. Don Quijote se convertiría en lo que estaba llamado a ser.             Cabalgó por la meseta recibiendo palos a diestro y siniestro, siendo objeto de mofa por villanos, gañanes y mozalbetes, sufriendo escarnio, hambre y calamidades. A pesar de todo ello, continuó con sus aventuras y sinsabores, pues había recibido la llamada y no habría hechicero, gigante o caballero de la Blanca Luna que le derribase del caballo de su ideal o propósito. Rescatar la nobleza del viejo oficio de la caballería andante estaba repleto de penalidades, batallas perdidas y escaso rédito. Aún así, él pe...

Nuevas palabras, viejos contextos

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El lenguaje es un ser vivo. Un ser que se mueve con la agilidad y la destreza de una culebra  capaz de acomodar su cuerpo a las dificultades que el terreno presenta. El cuerpo del reptil se amolda de la misma manera que el lenguaje se adapta a la última ola del segundero que marca el ritmo de las modas. Nuestra lengua, y la de los sarracenos, y la de los países protestantes, sufre mutaciones asombrosas que en un principio chirrían como bisagras oxidadas y después, sólo en algunos casos, se quedan a vivir en la plácida comodidad de las páginas algodonosas de nuestro diccionario. Por tales motivos nos costaría entendernos, hablando la misma lengua, con un peregrino a Santiago del siglo XII, con el más pequeño de los hermanos Pinzón o con chaval enganchado a la heroína en el extrarradio de Madrid de los años ochenta. Pues nadie usa ya términos medievales, siglodeoroístas o el dabuten tío del descampado ochentero. Y sin embargo, es el mismo idioma. ...

Los apegos que se extraen de las buenas conversaciones

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Soy un hombre (no sé si todavía se puede decir eso) aquejado de un  mal extraño, tal vez una de esas enfermedades raras que carecen de presupuesto gubernativo para ser investigada o, por el contrario, de una insólita virtud con exceso, esta sí, de presupuesto gubernativo para lograr su extinción.  Mi médico de cabecera de la cama, hoy llamada con eufemismo de familia, se lleva las manos al cráneo mondo y niega con gestos mi mal: ¡Cómo puede ser! ¡Cómo puede ser!, dice de continuo, ¡Un hombre al que le encanta conversar! ¡Maldita sea!             Efectivamente, tal y como dice mi médico de cabecera, me gusta crear un ambiente adecuado: muebles antiguos de color oscuro, una butaca  o sillón de orejas cómodo y, entre las manos de los participantes, una copa de balón; poner sobre el tapete verde un buen tema e iniciar sin más preámbulos una buena conversación. Más importante que este hábitat artificial es la necesidad d...