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Mostrando las entradas etiquetadas como CULTURA

A la sombra de la memoria

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Hagan memoria.           ¿Se acuerdan de lo que sintieron la última vez que vieron reflejarse al sol en un mar en calma o del cosquilleo que les recorrió la columna vertebral cuando le besó por primera vez la persona amada?           ¿Le ha resultado fácil extraer esos recuerdos de los cajones de su memoria?           La memoria es el pilar fundamental de la experiencia, sin ella esta no tendría el valor suficiente para desarrollarse. Los hechos que nos suceden se van amontonando, con mayor o menor orden, en nuestro cerebro y de este acervo, bien colocado y con una organización determinada, se forja una vivencia con la capacidad de indicarnos la mejor o las mejores probabilidades de poder dar con la solución o la evitación a un problema planteado. Todo ello no sólo es beneficioso sino que también es necesario para el normal desarrollo de nuestra ex...

Bellos amaneceres

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  Si tienes el valor y la fuerza para aguantarlos, los amaneceres en invierno, con el motor de combustión de nuestro organismo frío, son uno de los grandes espectáculos que la vida de manera altruista nos ofrece. Con los brillos de diamantes de la pelona sobre las aceras, la carama decorando las ramas finas donde la primavera decorará con los brotes verdes a los árboles, ahora desvestidos, y el velo de tul de alguna pequeña nubecilla despistada la luz del amanecer adquiere unas dotes de belleza que a algunos nos sirven para caminar agradecidos el resto del día.   Amaneceres que tiñen de rojo vívido las pupilas de quienes hacemos un alto en el camino, levantamos la mirada de nuestro dispositivo móvil y absortos observamos con los cinco sentidos la maravilla celestial sobre nuestras cabezas. Pero para ello hay que desasirse del embozo de la cama muy pronto, cerrar con brío el nudo marinero de nuestra bufanda y abrir de par en par los ojos hambrientos de belleza de nuestro coraz...

La mancha que los libros dejan en la pared

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    De los pocos vicios que un tipo como yo se puede permitir en la medianera de la vida es el de la lectura. Pero no sólo me acucia ese vicio así, en su generalidad, sino también en una de sus extremidades, la de comprar de manera cuasi compulsiva el maravilloso soporte donde se aloja la cultura. El libro. Mi sueño es tener una biblioteca inmensa, inconmensurable, copada de los títulos más variados, sugerentes y, sobre todo, más necesarios para hacer cumplir el desiderátum de que la vida merezca la pena ser vivida. Y yo, desde mucho tiempo atrás no concibo la vida despojada de libros.             Desconozco si es el olor, la tinta formando grafías, el papel o esa sorprendente capacidad de acoger en su seno una buena dosis de polvo casero o es una mixtura de todas ellas la que hace que sienta verdadera pasión por ese elemento de transmisión de la sabiduría. En los anaqueles de mis estanterías hay libros de Historia, a...

La encina que podó mi abuelo

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  Cuando una persona te marca para bien la infancia, la juventud y, ahora desde el cielo, la madurez es imposible hacer otra cosa que no sea hablar sobre lo que tanto te llegó a enseñar. Enseñanzas que, por otro lado, han quedado inscritas con tinta indeleble en el alma de quien esto escribe. Como ya sabrá el único lector capaz de aguantar esta lectura sin dar algún que otro cabezazo de sueño invencible, me estoy refiriendo a mi abuelo Leoncio, así llamado. ¡Otra vez el pesado éste hablando de su abuelo! Pues sí, ¡qué pasa! Fue él quien me transmitió una serie de sapiencias, valores y amor por tantas cosas que coloqué en su momento y con el debido cuidado en el petate que acompaña mis pasos en el Camino de Santiago de mi vida. De vez en cuando, al menos una vez al día, abro el cierre del petate, rebusco entre lo que en él guardo y extraigo lo necesario para ese momento dado. Hasta ahora me ha ido así bien y el peso de lo acarreado jamás me ha impedido continuar posando mis pies sob...

Desconocimiento de causa

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  Decía el jesuita don Fernando García de Cortázar que una de las cosas que más le gustaba era ver el atardecer desde el castillo califal de Gormaz, en la castellana provincia de Soria. Y no es de extrañar la admiración que profesaba por estas piedras leyendo lo que sobre ella escribía cada vez que se le ponía a tiro hacerlo. Agostado ya el verano, yo que gozo de la bendición de la curiosidad me dirigí a la fortaleza a comprobar sin necesidad de intermediarios, aunque menuda la categoría del mismo, aquella aseveración.              No me queda otra y aquí, con poco público, públicamente lo hago, he de decir que don Fernando tenía toda la razón. Ver atardecer desde Gormaz es una de las maravillas inmateriales de este mundo, o al menos de este país. La fortaleza, esta sí material, es impresionante, de dimensiones conservadas colosales y donde la imaginación histórica de uno se expande por entre los lienzos de su muralla y puede llegar a ver moros, c...

La necesidad de historias

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  A principios de la última década del siglo pasado, cuando yo todavía no cobraba y mi padre lo hacía en la querida y añorada peseta, Cobi y Curro se paseaban orgullosos por las calles de nuestro territorio patrio y ninguna burbuja nos había eclosionado en la cara, un servidor cursaba sus estudios en un instituto de enseñanzas medias. Como no podía ser de otra manera, estudiaba letras. Letras puras, se decía.             Tenía una profesora de literatura española, Carmen, que ella misma parecía una obra literaria: voz suave como de tacto de pluma de oca, apariencia sosegada de ratón de biblioteca y un discurso estructurado en octosílabos, como de romances de ciego. Carmen mostraba una acerada pasión en sus explicaciones; pasión literaria, pasión por las historias, pasión por trasladarla, con mayor o menor suerte, a un alumnado que no era otra cosa que un derroche de hormonas del crecimiento adolescente.       ...

Libros y derribos

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Si existen personas con problemas como el tabaquismo, el alcoholismo o el nefasto esnobismo,  yo, por otro lado, padezco la enfermedad del «biblioismo». Esta dolencia, convertida en estos tiempos en una enfermedad rara, pues cada vez la padecemos menos bípedos, consiste en la ansiedad por conseguir libros y suele tener como síntoma principal una espléndida biblioteca de baldas combadas por el peso de la tinta, el papel y las palabras impresas. También se caracteriza por acaparar libros que, aun anotados en la lista de pendientes de lectura, nunca serán leídos, ni siquiera viviendo dos o tres vidas.               Muchas de las bibliotecas de los enfermos de «biblioismo», una vez el afectado se haya mudado al corral donde sueñan los justos, es más que probable que acaben en librerías de viejo, en serio y extremo peligro de extinción, o en una pirámide a merced de las llamas (¡por Dios, con lo que eso contamina!). En mis vi...

De mapas e hispanidades

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  Desde chiquito me encantan los mapas. En mi casa había un atlas, mil veces manoseado por mis dedos infantiles, con el que soñaba con viajes transoceánicos, selvas impenetrables y montañas copadas por nieves perpetuas. Era como poder materializar las aventuras narradas por Julio Verne, por ejemplo, en un   libro de puntos geográficos reales, pero no por ello exentos del misterio arcano de la vida. No sólo pasaba mis ojos pueriles por las geografías ignotas de los seis continentes, también buscaba en el tomo que la enciclopedia familiar había dedicado a dicha ciencia toda la información disponible sobre ciudades, pueblos y parajes que soñaba con visitar. De aquellas no había otro modo de recopilar el material con la que se fabrican los sueños. Era parte de mi experiencia vital, de mi propia aventura, de un juego con el que aprender y tener conciencia del mundo que habitaba.             Lo mismo me ocurrió con los diccion...

CAMINOS

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  Desde que el ser humano se enderezó y olvidó utilizar sus manos como tercer y cuarto pie para convertirse en ese ser bípedo e implume en el que nos hemos convertido ha creado o utilizado los caminos. Pues en un principio, en el que el nomadismo era el plan destinado para la supervivencia y, a posteriori, tras la revolución que propició lo que ahora conocemos como Neolítico, el ser humano ha tenido la necesidad de desplazarse de un lado a otro, de buscarse la vida por acá y por allá, de moverse en busca del alimento que ha de servirles de motor para continuar con la vida.             Para facilitar esta tarea del movimiento, a alguno de los seres bípedos e implumes (aunque cubiertos de pelo) se le ocurrió la genial idea de inventar los caminos. Paso a paso se fueron despejando veredas, trochas, carriles que permitían mejorar sustancialmente el tránsito de mercancías, de efectos y de personas. Lo que se originó como autopista...