Silencio
Tengo un pariente lejano. Es uno de esos parientes que por ser lejano no dejo de tener con él cercanía y con quien, como no puede ser de otra manera, tengo cierta confianza. Aunque hace un tiempo que no le veo, muchos días vienen a mi memoria esos chascarrillos a los que es tan aficionado. Chascarrillos de la tertulia en el bar, de la sala de espera del médico o del saludo que se alarga en medio de la calle, todos ellos adornados con la cenefa del humor. Me cuentan que un día le preguntaron a mi pariente cercano en la lejanía qué iba a cenar aquella noche. Hizo una respiración profunda, miró al entrevistador con una mezcla al cincuenta por ciento de choteo y seriedad y le contestó: silencio. «Ahora llego a casa, abro la nevera y solo está llena de rejillas. Me siento en la mesa de la cocina y eso es lo que ceno. Silencio». Al parecer y siempre según me cuentan, todos los circunstantes rieron la gracia. Pero tanto mi ...