Mienten
Vivimos en una sociedad colmatada de mentira. Sé que no es
la mejor manera de comenzar una entrada en este blog que casi nadie lee; pero
¿es precisamente porque casi nadie lo lee o porque me da la real gana
escribirlo?
En usted, querido lector, queda la respuesta.
Mentiras, mentiras, mentiras.
Imagen de Miente el
vendedor de crecepelo a esos potenciales clientes que no tienen más solución
que la ofrecida por las clínicas turcas a rebosar de clientes ibéricos.
Miente el
panadero. El que te vende la fruta. Quien envuelve el pescado en papel de
estraza para evitar mancillar el resto de bolsas de la compra.
Miente el
guardia de la porra y el policía que investiga cómo ocurrieron los hechos.
Miente el
abogado de oficio por una raquítica minuta y, como no puede ser de otra manera,
también lo hace el abogado particular por un buen trozo del pastel decorado con
la fondant dulce de la indemnización.
Miente el
juez que dicta la condena absolutoria.
Miente el
preso, siempre inocente, a la luz capaz de caldear el patio de la prisión.
Miente el
soldado en la formación y el general desde su mullido sillón en la arenga
al valor en la batalla.
Miente la
persona infiel, pues la infidelidad no es más que la más vil forma de engaño.
Mienten las
luces de neón de colores llamativos que incitan las braguetas de los hombres
casados que mienten a sus mujeres que, a su vez, les mienten en sus sueños
húmedos con el musculoso vendedor de carne.
Miente el
rico al pobre. Y el pobre le cuenta falsas historias al rico.
Miente el
cazador. Y quienes los domingos lanzan el anzuelo cargado de cebo al río. O al
mar.
Miente sin
remilgos y con muy poca vergüenza el escritor. El bloguero. El locutor de
radio. El youtuber. El influencer ávido de megustas.
Mienten.
Miente el
hijo al padre. El nieto al abuelo. El abuelo a ese nieto que ya hace mucho dejó
de escucharle.
Miente el
político al ciudadano. Al policía. Al abogado sin oficio. Al juez. Al preso. Al
cazador. Al escritor youtuber.
Miente
quien a pies juntillas se cree las mentiras que le arroja como pienso compuesto
el político y las defiende con la capa y la espada del adoctrinamiento y la
idiocia.
Miente
el que miente, después de adornar sus embustes con la pátina del rodillo de las
medias verdades, otra forma más de la mentira.
Pero no
sólo mienten las personas. También mienten los eslóganes. Los programas electorales.
Los discursos de uno y otro color; nadie se libra. Los debates. Los atestados
policiales y las sentencias judiciales. Los ensayos, las novelas, los videos de
youtube y las historias que se venden en Instagram.
Mienten las
mentiras que ganan juicios. De valor. De Sala de lo contencioso. De esos que se
dan en las tertulias de los bares; en las máquinas de café de las oficinas y en las sillas que se sacan al fresco las noches de canícula.
Y entre
tanta mentira, se nos ha olvidado hacerle un huequito, aquí, a nuestro lado, a
la verdad.
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