Leer entrelíneas

Dejó posado sobre la mesilla de noche su libro favorito: una biografía sucinta,

Al despertar, se miró al espejo y solo se reflejaba su perfil. Su perfil bueno. Su

esquemática de Fernando VII, el príncipe que nos salió rana. Acarició el lomo de

único perfil. Nunca se reflejaba su imagen frontal. Carecía de ella. Tan

sus letras grabadas con la yema de sus dedos, como si con este acto mostrara

acostumbrado estaba él y los suyos de ponerse de perfil que había

admiración o juramento de fidelidad. Se ajustó a la perfección de su cuello el

desaparecido del azogue el negativo de su cara de frente. Habían pasado

blanco de la camisa. Era un blanco sin rasgo alguno de pureza, sin destellos de

demasiados años. El espejo estaba acostumbrado ya.

santidad. El charol de sus zapatos eran espejos pulidos por una de sus

Salió a la calle. En la puerta otra tribu de escoltas para protegerlo. En el

asistentas, una bella filipina que mostraba su sonrisa bajo el yugo del imperativo

coche de lujo el conductor del partido. Coche blindado. Trayecto relajado.

gubernamental.

Conversación telefónica. Hojeada al periódico. Medio afín al partido. Medio

En la puerta del palacio y a la espera, la tribu de escoltas. Al volante, tras

subvencionado por el partido. Medio que dice lo que quiere escuchar el partido.

el blindaje del coche, el chófer. En el asiento trasero, como recién salida de una

En la puerta del hemiciclo, una patulea de seguidores con raya lateral en

clínica de apaños estéticos, su secretaria. Se arrellanó en el asiento de cuero de

el pelo, camisas y banderas de España. Salvapatrias que se olvidan en los

primera calidad, de ese que se amolda al nalgatorio, lo abraza y, si es menester,

cajones del desuso del patriotismo. De defender los intereses de sus paisanos,

lo besa.

de comprar productos españoles, de apoyar proyectos vitales en comarcas

Al llegar al lugar donde se congregan los prebostes y su entrada protegen

lejanas, pero a la vez al lado de casa. Entre otras muchas.

dos leones emasculados, le abrieron la puerta para introducir el blindaje de su

De perfil en su escaño. Igual que todos los ocupantes de los asientos rojos

vehículo. Saludos militares. Genuflexiones. Inclinaciones de respeto trocadas en

paredaños al suyo. Espera paciente en la orilla y verás el cadáver de tu enemigo

burdo y baboso peloteo. Manos ensuciadas por abyectos negocios sufragados

pasar flotando. Mala técnica para un representante  de los deseos de un pueblo

por el contribuyente estrechan la suya aún más mancillada. Falsas sonrisas.

al que han mutado en vulgar y triste ciudadanía. De perfil ante todo lo que

Inmovilidad permanente para no salirse del enmarque de la fotografía.

ocurre. Alguna réplica, una voz más alta que otra, pero con la timidez del

La moqueta de aspecto algodonado amortigua el ruido de pasos

acomplejado, alguna cara seria en la derrota. Poco más.

traicioneros, de pasos que se hunden en el pelo de la alfombra por el peso de la

            Conservadores. Conservadores de una poltrona calentita en verano y

intriga, de pasos de ideales rotos, destrozados y arrojados con saña al bidón de

fresquita en verano. Conservadores de una serie de prebendas. Conservadores

la basura. Todo el piso es un océano de fieltro saciado por el olor nauseabundo

de unas políticas progresistas que tildan de nefastas, pero que no cambian

que desprende el poder.

cuando tienen la obligación moral de hacerlo. Conservadores de sí mismos.

Sobre el atril de la tribuna un discurso redactado por un programa de

Como todos. Los unos, los otros y los que se quejan de no ser ni de unos ni de

inteligencia artificial (no da el sueldo de asesores para exaltar su creatividad, o

otros.

eso parece), a rebosar de cursiladas made in China, palabras huecas, nulas de

            Todos iguales.

esencia. En sus pupilas se esconden los datos de una conjura necia. Los ternos

            En el lugar donde se congregan (y el café es más barato que en el bar

azules de las bancadas se turnan con las camisetas reivindicativas que tapan el

donde lo toma el currito de la obra, el taxista de almorranas sangrantes y el

torso de quien nada tiene que reivindicar y, rizando el rizo del absurdo, de quien

oficinista de mil euros al mes) revolcones por un lado, revolcones por el otro y,

tiene la obligación de solucionarla. El resto de escaños se decora con floreros

entretanto, la psicosis por caer bien, por sonreír en la debacle, por no ser

con cierto aspecto humanoide. En el techo el ruido de sables tiene forma de

tildados de fascistas, de anacrónicos o de cualquier otra palabra que la izquierda

agujeros de bala. En algunos asientos, la indignidad y la infamia de las manos

ponga en boga.

ensuciadas por el calibre nueve milímetros se dibuja en rostros sonrientes,

            Falta de coraje. Coraje para defender de verdad con uñas y dientes, con

vencedores de una batalla perdida.

duelos al amanecer o simplemente con la palabra justa y el voto acertado de las

Palabrería aderezada con el agrio sabor de la traición. Era como observar

propias convicciones. Frenar la traición. Pero esto es un juego de pelota. Un

a Fernando VII regar con orines pútridos las flores de su jardín. Votación a

juego donde siempre ganan los mismos; donde la pelota va de uno a otro y

mano alzada. Manos ensangrentadas con el dolor del inocente, manos

quien se la queda por un mínimo de cuatro años disfruta de esa porción de tarta

impregnadas con la gasolina del cóctel molotov de la algarada, manos

donde hay más chocolate, más crema o más lacasitos de adorno.

enjaezadas de racismo edulcorado, escondido tras la pátina de un nacionalismo

Y nosotros pagando el dinero que se diluye, que se pierde por entre los

cerril y excluyente, manos de floreros unicelulares bien regados, abonados y

huecos de sus dedos, que se escapa corriendo por las alcantarillas del poder.

alimentados con el tocino de las prebendas políticas, dotados con el don de

Dinero que financia deserciones; dinero que financia ataques terroristas; dinero

obedecer sin rechistar la disciplina del avispero de sus partidos.

que pago yo, que pagas tú, que paga el camarero del bar de la esquina.

Ningún atisbo de discrepancia.

            El dinero público no es de nadie.

Pensamiento único.

Sólo de ellos.

 

 

           

  

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