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Silencio

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  Tengo un pariente lejano. Es uno de esos parientes que por ser lejano no dejo de tener con él cercanía y con quien, como no puede ser de otra manera, tengo cierta confianza. Aunque hace un tiempo que no le veo, muchos días vienen a mi memoria esos chascarrillos a los que es tan aficionado. Chascarrillos de la tertulia en el bar, de la sala de espera del médico o del saludo que se alarga en medio de la calle, todos ellos adornados con la cenefa del humor.           Me cuentan que un día le preguntaron a mi pariente cercano en la lejanía qué iba a cenar aquella noche. Hizo una respiración profunda, miró al entrevistador con una mezcla al cincuenta por ciento de choteo y seriedad y le contestó: silencio. «Ahora llego a casa, abro la nevera y solo está llena de rejillas. Me siento en la mesa de la cocina y eso es lo que ceno. Silencio». Al parecer y siempre según me cuentan, todos los circunstantes rieron la gracia. Pero tanto   mi ...

Ignorantes

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    El más que denostado cine español de la época de Franco ha sido relegado a los baúles del desprecio. Pocos programas de los denominados casposos han vuelto en algún momento a visitar esas películas con la intención de no olvidar a aquellas divas ya  nonagenarias, aquejadas del mal del olvido o directamente fallecidas, o a sus correspondientes galanes surcando por los mismos océanos que sus partenaires femeninas. Pero de eso hace mucho. El resto de la tropa, no sabe qué tipo de cine se hacía, quiénes eran las estrellas que más brillaban o qué temáticas se ponían en la palestra. Apenas saben de la época dorada del cine americano, mucho más contundente y más publicitado que el cine patrio, como para conocer a este último.           Los que se acuerdan de aquel cine español lo suelen asociar a esas comedias ligeras de guiris de carnes blancas a las que se intenta ligar el español audaz, bajito y de pelambrera morena en el ...

Repoblación de interiores

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  Alguna vez, querido y único lector, se habrá preguntado qué es eso que tanto nos atrae del turismo de interior, de interior de España, me refiero. Quizá una de las cosas que hace que nos atraiga, y con toda probabilidad la más común de todas, sea el arrobamiento por la belleza de los pueblos ibéricos: sus iglesias semiabandonadas de fieles y de presupuesto, su variada fauna y flora y sus paisajes apoderados de un silencio con la capacidad de hacer doler a los oídos.  Un silencio que nos aleja del mundanal ruido de las ciudades, de las calles de los barrios populosos y de las casas presididas por electrodomésticos alérgicos a cualquier tipo de mutismo.              Asociado a este silencio viene otra sensación que no sólo se percibe sino que también se vive en ese interior peninsular que nos atañe. Esa sensación es la soledad. Uno puede estar en cualquier pueblo de Soria, de Teruel o de Palencia sin más compañía que la ...

Igualdad verdadera

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  Que todos somos iguales ante la ley queda por escrito en un lugar que, por manoseado, hipernombrado y mal entendido, ha quedado en agua de borrajas o papel mojado. Esa pretendida igualdad, consagrada al cielo administrativo mediante un Ministerio dotado de un presupuesto millonario y repleto de funcionarios del mano sobre mano, se ha quedado vacía de contenido, inconclusa e irreal. De tanto ir el cántaro a la fuente, ésta se seca, pero el cántaro sigue yendo. Por si acaso.     La igualdad ante la ley ha sido desigualada por esos adalides de la ídem que, a riesgo de quedarse sin la teta de la que maman, han hecho bandera de ello para evitar su ruina personal, no comunitaria, claro. Muchos ejemplos hay de ello, pero no es el tema a tratar en este humilde escrito, que pocos han de leer.     Esta turba que ve con buenos ojos que exista un Ministerio de Igualdad que no hace otra cosa que generar desigualdad y discrepancia, por no decir discordia, es la mis...

Soldaditos de pinta y colorea

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    Los nacidos en el siglo pasado carecíamos del excesivo entretenimiento de las pantallas que hoy nos entontecen. Para matar, o al menos adormecer, el tedio infantil de la hora de la siesta teníamos los comics, los tebeos, las historietas. Leíamos las aventuras del Capitán Trueno, las gestas militares de los protagonistas de Hazañas Bélicas o los están locos estos romanos de las historias de Asterix y Obelix. Devorábamos con fruición todo ello y luego, en la calle, con los amigos, nos osábamos a materializar lo leído interpretando a nuestros héroes del reino de la mesilla de noche. Apurábamos cada momento regodeándonos en esa épica del viaje del héroe, en la lucha por el bien ante las fuerzas del mal y en rescatar de un ficticio secuestro a la princesa del barrio, que nos hacía ojitos cuando vencíamos a ese mago de poderes misteriosos y, en la victoria, elevábamos nuestros fuertes brazos a lo Conan el Bárbaro. Y nos casábamos de mentirijillas con la princesa de la que hoy...

Un escrito muy garcimaiqueciano

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  Existe un tipo de amistad que se viste con la camisita y el canesú de lo superfluo, pero que cuando se despoja de la tela, se desvela como ese tipo de amistades profundas, serenas y verdaderas con las que sólo con cruzar las miradas se sabe todo, o casi, del otro. Son esas amistades de las que no disfrutamos a diario, a la semana o siquiera una vez al mes. A veces incluso pasan años sin encuentros aunque sean fortuitos en la cola del supermercado o en la desesperada sala de espera del consultorio de referencia. Pero no son necesarios, pues a pesar de esa falta de contacto habitual, la amistad continúa fresca y lozana.           En una amarga boda por lo civil (Joaquín Sabina dixit), coincidí con una de esas amistades añejas con al menos doce o trece trienios de antigüedad a los costales. Entre bocado y bocado, sorbo y sorbo y palabras de admiración de lo bien que todavía nos conservábamos en la salmuera del matrimonio, nos pusimos a...

De ascuas y sardinas

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  Si uno, en un foro compuesto por personas con un mínimo nivel y bagaje   cultural, pregunta por la figura de Salieri, el compositor, es harto probable que llegue a observar caras de desconcierto, cariacontecidas, gestos de asco o comentarios hirientes contra su persona. El rumor que se extenderá sin reparos por la sala será el mismo que si hubiera mentado a Hitler, a Stalin o a Pol Pot. Aunque, en honor a la verdad, con este trío calavera habría bastante más controversia que con el músico clásico, coetáneo de tantos y tantos genios musicales. Todos odian a Saileri. Sin fisuras.             Salieri fue un músico italiano del que ya apenas se interpretan sus obras en los grandes ciclos de música clásica ni, por supuesto, se escuchan sus listas de Spotify. Y claro que hablo generalizando, pues lo que quiero mostrar es el odio encarnizado que sobre su persona ha recaído, obviando, de este modo, toda una excelsa carrera ...