Entradas

Ruralidad

Imagen
  En una serie absurda vi una escena que, como no podía ser de otra manera, absurda también era. Pero hay veces que este tipo de situaciones despiertan en uno ese qué sé yo que le arrojan sin remedio hacia el abismo de la pluma, la tinta y el papel.   La escena en cuestión se desarrolla en un   pueblo de la Mancha . Varios urbanitas irredentos van en un coche con la intención de «rescatar» a un amigo, antiguo y desdichado urbanita, al que su familia, en concreto su madre, ha obligado a regresar a su lugar de origen. En el recorrido, una anciana, enalbardada con el uniforme titular de vieja de pueblo, apoya sus pasos indefinidos en un bastón y le da por cruzar delante del vehículo de los protagonistas. Protagonistas que, asediados por las prisas capitalinas, se desesperan en el interior del coche. Para más inri o exasperación, la mujer se encuentra en medio de la calle con una vecina con la que se dedica a pegar la hebra. Esto hace que los ocupantes urbanitas del turismo...

No hubo manera (Una ficción estival)

Imagen
  A la memoria de Julio García Díaz   No hubo manera. A pesar de todos sus esfuerzos, ella lo abandonó. De poco o nada sirvió acudir a la más ruin de las bajezas. A arrastrase en la baba de caracol de la súplica, del ruego, del deshonor. Si ella se va, ¡qué me queda a mí!, se dijo a voces calladas. Voces que retumbaron en su caja torácica como llamadas desde el más allá. Voces siniestras. Tétricas.             El sonido rítmico de las ruedas de su maleta fue el mismo chirrido que el de los neumáticos metálicos de un tren que se desvanece entre la niebla otoñal. El postrero portazo al salir de la casa, al abandonar el pasado y el presente por un más que incierto futuro, fue el remate a ese redoble que en el circo anuncia un salto mortal. Mortal de necesidad. El eco de la puerta al cerrarse se quedó divagando   por la casa durante un par de eternidades. Fue un sonido hueco. Un sonido significativo. Un sonido de de...

Tortilla española

Imagen
De cuando en cuando surge un debate enconado en las redes, en las barras de zinc de las tabernas patrias y hasta en las mesitas de mármol del Café Gijón, que hace salir de nuestro interior a ese barra brava (me niego en rotundo a decir hooligang,¡Ostras!... Ya lo he dicho) capaz de batirse a muerte por el asunto. Y el asunto no es otro que si la tortilla debe llevar cebolla o no. A pesar de parecer un tema baladí, en esta España nuestra se puede llegar a las manos, a la ruptura irremediable de la más antigua y firme amistad y hasta llegar a negar la legítima al hijo díscolo en semejante tema. Cuando el asunto se fríe en la sartén de las redes sociales, los participantes embozados en la manta morellana del anonimato arremeten al contrario con exabruptos, insultos y menciones indecorosas a la santidad de una madre. Madre que, seguro estoy, cocina o cocinaba la tortilla al gusto del hijo, y, a la sazón, contrincante del embozado interlocutor virtual. En las barras de zinc de las taber...

Hijos y fútbol

Imagen
  No he sido muy aficionado al fútbol. Apegado a la Verdad, ni mucho ni poco, simplemente no he sido aficionado. Ni siquiera vi la final de la Copa del Mundo de Sudáfrica. No me interesaba.           Desde la primera vez que respiró oxígeno de modo directo mi heredero, caminó por las mismas trochas no futbolísticas por las que yo transitaba. No fue nada influenciado. No le gustaban los juegos de balón y se dedicaba a otros juegos más creativos. Si bien es cierto que al poco de empezar a mascullar palabras eligió ser del Atlético de Madrid, a pesar de que el deporte rey en esos momentos no le atraía nada de nada.           Corrió su infancia entre disfraces, música (fanático de Queen) y la compañía de teatro «Siempre Alegres» del colegio. Una mañana (¿o fue una tarde?) decidió que quería ser actor de doblaje. Se tragaba videos de cómo se doblaban al español las películas, entrevistas a los...

La individualidad uniformada

Imagen
  «Personaliza tu cuerpo». Así, de un modo tan impactante, se anunciaba una tienda o establecimiento donde se practicaba el arte del tatuaje. «Personaliza tu cuerpo»,   como si no lo tuvieras ya bastante personalizado con el color de tus ojos, con ese hueco tan característico entre tus dientes superiores o esos hoyuelos tan graciosos que rescatas cuando sonríes. «Personaliza tu cuerpo», decía el anuncio, dirigido, sin duda, a esos cientos de crédulos que tienen la necesidad de dibujar en su piel el rostro de un bebé con apariencia de muñeco diabólico, al protagonista de la serie del momento o la efigie de Espinete para recordar su alegre infancia (de la que muchos todavía no han logrado salir) para saberse únicos, inigualables, inimitables.                                                                     ...

Soberanía

Imagen
  Mi pasión por las palabras es bien conocida por las personas, si es que todavía sobrevive alguna, que deciden invertir su tiempo en leer las entradas de este blog. Me gusta leerlas, saborearlas, atesorar en mi mente el olor que desprenden cuando las escribo. Por tal motivo el Diccionario se ha convertido en ese gran aliado al que nunca hay que dejar caer en el olvido, como está ocurriendo en estos tiempos, y desempolvarlo no de vez en cuando, sino todos los días. El Diccionario es el amigo inseparable del escritor, del lector, del curioso y el compañero íntimo de la notoriedad del discurso, de la profundidad del conocimiento y de la exposición del pensamiento lúcido, como le gusta decir a mi admirado David Cerdá.             Estos días atrás me entretenía jugueteando con las letras de la palabra soberanía. Nueve letras y una elegante tilde que destroza, destruye un diptongo. Del juego, entretenido y pueril, con las letras y...

ELA Pagón

Imagen
  Apenas entraba en mi sistema respiratorio un hilo de oxígeno que me aferraba a la vida. ELA pagón había hecho saltar los plomos de toda la Patria, y de la vecina, y el respirador que me hacía colgar del hilo de la vida no funciona ba en modo eléctrico. Gracias al Señor, quien inventó este sistema pensó en las posibles desgracias que podrían acarrear a sus usuarios la falta de energía eléctrica y acopló a su sistema un pequeño generador de gasolina. Una vez la electricidad brillara por su ausencia, de manera automática, el pequeño motorcito de gasolina haría funcionar el respirador.    Ese momento de lucidez del genio inventor era el que ahora, en pleno apagón nacional, me mantenía como ser pensante. Cierto que el flujo del gas vital era algo menor, por el hecho de alargar la eficacia del combustible del pequeño depósito. Pero suficiente. Dos litros de gasolina se habían convertido en el anillo de poder, en las monedas de oro del tesoro escondido de algún pirata....