Tortilla española

De cuando en cuando surge un debate enconado en las redes, en las barras de zinc de las tabernas patrias y hasta en las mesitas de mármol del Café Gijón, que hace salir de nuestro interior a ese barra brava (me niego en rotundo a decir hooligang,¡Ostras!... Ya lo he dicho) capaz de batirse a muerte por el asunto. Y el asunto no es otro que si la tortilla debe llevar cebolla o no. A pesar de parecer un tema baladí, en esta España nuestra se puede llegar a las manos, a la ruptura irremediable de la más antigua y firme amistad y hasta llegar a negar la legítima al hijo díscolo en semejante tema. Cuando el asunto se fríe en la sartén de las redes sociales, los participantes embozados en la manta morellana del anonimato arremeten al contrario con exabruptos, insultos y menciones indecorosas a la santidad de una madre. Madre que, seguro estoy, cocina o cocinaba la tortilla al gusto del hijo, y, a la sazón, contrincante del embozado interlocutor virtual. En las barras de zinc de las taber...