Miedos... Medios
Este curioso amante de las letras, las palabras y la tinta
impresa anda un poco revuelto tras el parón literario-estival al que por
voluntad propia se ha sometido. Tras volver a desenfundar la pluma y disparar a
quemarropa la tinta negra sobre el albo papel, se ha fijado en lo llamativas
que son las palabras, el extraordinario orden de sus letras y lo discretas e
indiferentes que suelen pasar por el
caletre del peatón indefenso ante los envites del tráfico o tránsito rodado.
Y la
curiosidad, motor del ala derecha del Boenig 747 de mi existencia, me llevó a
descubrir (¡qué digo descubrir, a asombrarme!) de que Roma, la capital imperial
por antonomasia de la Antigüedad, a la que debemos el Derecho y la raíz de
nuestra amada lengua, nuestra patria (la lengua) al fin y al cabo, leída el
revés se escribe amor, como no podía ser de otra manera para la ciudad eterna. Lo
mismo sucede, como diría Joaquín Sabina, con las palabras suerte y muerte, que
sólo tienen una letra cambiada y una profunda e insana relación entre ellas:
pues muchos llegan apresurados a la muerte por un golpe de mala suerte (perdón por
la inevitable rima).
Pero lo que ha llamado con vigor a la cancela de mi interés en estos tiempos de canículas y cabañuelas, ha sido la relación existente entre las palabras miedos y medios (así, con la chulería que les da el plural). Ambas tienen las mismas letras pero en un orden diferente. En un principio, salvo por la coincidencia de sus caracteres, poca relación parece que les une, pues sus significados apenas tienen que ver. Pero mi curiosidad se dedicó a la hora de la siesta insomne a tejer hilos que formaran una urdimbre potente y duradera que las llegara a entrelazar.
Imagen de Jcoope12El miedo es una sensación de
vulnerabilidad, de falta o ausencia de control y de angustia por algún tipo de
riesgo al que nos exponemos. El miedo es necesario para nuestra supervivencia
como animales en exceso urbanitas. Nos evita riesgos innecesarios, nos ayuda a
activarnos (o desactivarnos) y, sobre todo, evita que las palabras suerte y
muerte (perdón por la inevitable rima) se unan en amistosa coyunda. El miedo
también provoca en nuestro organismo una indómita necesidad de protección, como
le ocurrió al apuesto y apolíneo joven que convencido por la fuerza grupal del
coro de sus amigos se atrevió por fin a hacer puenting y, una vez colocado el arnés, la cuerda salvavidas y el
casco se aferró clavando las uñas en la balaustrada metálica sin dejar
de llamar con desesperación a su madre. La madre, la figura de protección
primigenia del bebé, del adolescente y del apuesto y apolíneo joven. Cuando el
miedo se dedica a invadirnos los glóbulos rojos, las plaquetas se dedican a la
búsqueda de protección o el amparo de quien nos lo pueda ofrecer: un abrigo de
roca en la tormenta, una sombra veraniega en la Plaza de España de Sevilla o un
policía cuando nos acucia el delito.
Somos así.
Por otro lado, las mismas letras cambiadas
de orden originan el término medios (recuerde, los miedos y los medios), y no
me refiero a esos medios que se hallan en la mitad, en el centro o adonde el
torero lleva al toro para su faena. No. Son los medios de comunicación los que
más relación, fructífera y duradera, tienen con los miedos. Porque este cuarto
poder representado por los medios debería dedicarse a someter a control
constante a los restantes tres poderes y evitar que se canteen (como bien diría
un castizo) ni lo más mínimo, consiguiendo de este modo un imperfecto equilibrio
social redundante en una mejor calidad de vida del ciudadano y del habitante
desheredado de la España Vacilada. Y quien dice España, escribe cualquier parte
del mundo con carácter de ruralidad.
Eso sería o debería ser lo ideal.
Pero los medios (de comunicación) azuzados
por la badila de los poderosos, y por su dinero, sus prebendas y su notable
corrupción, se dedican a no buscar ese equilibrio tan deseado, sino a esparcir
miedos entre los peatones, los motoristas y los conductores de mercancías
peligrosas. De este abyecto modo provocan no un equilibrio, sino un
desequilibrio con el que les es mucho más fácil consumar la manipulación del
personal.
Los miedos generados por los medios provocan vulnerabilidad, pasividad y, lo peor de todo, la búsqueda de esa imagen o fuente de protección. Pero los medios ya se encargan a la vez de sembrar la simiente apocalíptica del temor de ofrecer al redentor, al salvador de tales amenazas. Salvador o redentor al que nos aferramos como el pecador se aferra a Dios en su lecho de muerte. Es en ese mismo instante en el que nuestra guardia ha bajado y queda al descubierto nuestro mentón para terminar noqueado y besando a boca llena la lona del ring. Y lo curioso es que después de arrojar la toalla y recuperarse a base de agua en la cara, nos convertimos en profetas de esa fuerza primigenia que conseguirá vencer a nuestros miedos apocalípticos, un tanto procaces y casi todos vanos y ficticios, incapaces de hacer el menor daño a las alas de esa libélula que sobrevuela el cauce seco del arroyo.
Imagen de Pixel-DZEntre cantos de chicharra, cabañuelas
indescifrables por encontrarse cerradas por defunción y mercurio dilatado afloran a nuestro
pensamiento una suerte de miedos vencibles y predispuestos a morder el polvo
con un poco de información, unas gotitas del cuentagotas de la formación
(perdón por la rima) y una dosis importante de pensamiento crítico miedicida.
Esos medios (de komukazion) que también nos llevan a los medios de la "plaza" para ponernos las banderillas, y hasta darnos la puntilla si viene al caso. Genial el artículo.
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