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A la sombra de la memoria

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Hagan memoria.           ¿Se acuerdan de lo que sintieron la última vez que vieron reflejarse al sol en un mar en calma o del cosquilleo que les recorrió la columna vertebral cuando le besó por primera vez la persona amada?           ¿Le ha resultado fácil extraer esos recuerdos de los cajones de su memoria?           La memoria es el pilar fundamental de la experiencia, sin ella esta no tendría el valor suficiente para desarrollarse. Los hechos que nos suceden se van amontonando, con mayor o menor orden, en nuestro cerebro y de este acervo, bien colocado y con una organización determinada, se forja una vivencia con la capacidad de indicarnos la mejor o las mejores probabilidades de poder dar con la solución o la evitación a un problema planteado. Todo ello no sólo es beneficioso sino que también es necesario para el normal desarrollo de nuestra ex...

Bellos amaneceres

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  Si tienes el valor y la fuerza para aguantarlos, los amaneceres en invierno, con el motor de combustión de nuestro organismo frío, son uno de los grandes espectáculos que la vida de manera altruista nos ofrece. Con los brillos de diamantes de la pelona sobre las aceras, la carama decorando las ramas finas donde la primavera decorará con los brotes verdes a los árboles, ahora desvestidos, y el velo de tul de alguna pequeña nubecilla despistada la luz del amanecer adquiere unas dotes de belleza que a algunos nos sirven para caminar agradecidos el resto del día.   Amaneceres que tiñen de rojo vívido las pupilas de quienes hacemos un alto en el camino, levantamos la mirada de nuestro dispositivo móvil y absortos observamos con los cinco sentidos la maravilla celestial sobre nuestras cabezas. Pero para ello hay que desasirse del embozo de la cama muy pronto, cerrar con brío el nudo marinero de nuestra bufanda y abrir de par en par los ojos hambrientos de belleza de nuestro coraz...

¡Feliz Navidad!

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  Ya es Navidad. Hace frío. Las heladas se han convertido en decoración corriente de nuestras aceras, de las hebras de césped de los jardines y de los lomos de los coches aparcados en la calle. A lo lejos, en la sierra, el manto de armiño de la nieve oculta a la vista las cumbres pedregosas. Comienza el invierno y celebramos la marcha del otoño con el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios. El año va tocando la sinfonía de su fin y las valoraciones y los propósitos se sientan a jugar al cinquillo en la misma mesa, sobre el mismo tapete verde y con la misma baraja de naipes.             Son tiempos de comidas de empresa, de cenas familiares, de beber con la mesura del dipsómano. Son tiempos de celebración, de unirse a otras personas con las que compartir el tiempo, la alegría, la esperanza de volverse a ver al año siguiente. Como digo, celebramos, comemos (¡esa gran celebración!), bebemos y todo ello con el fin de pasarlo bien, ...

La mancha que los libros dejan en la pared

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    De los pocos vicios que un tipo como yo se puede permitir en la medianera de la vida es el de la lectura. Pero no sólo me acucia ese vicio así, en su generalidad, sino también en una de sus extremidades, la de comprar de manera cuasi compulsiva el maravilloso soporte donde se aloja la cultura. El libro. Mi sueño es tener una biblioteca inmensa, inconmensurable, copada de los títulos más variados, sugerentes y, sobre todo, más necesarios para hacer cumplir el desiderátum de que la vida merezca la pena ser vivida. Y yo, desde mucho tiempo atrás no concibo la vida despojada de libros.             Desconozco si es el olor, la tinta formando grafías, el papel o esa sorprendente capacidad de acoger en su seno una buena dosis de polvo casero o es una mixtura de todas ellas la que hace que sienta verdadera pasión por ese elemento de transmisión de la sabiduría. En los anaqueles de mis estanterías hay libros de Historia, a...

La encina que podó mi abuelo

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  Cuando una persona te marca para bien la infancia, la juventud y, ahora desde el cielo, la madurez es imposible hacer otra cosa que no sea hablar sobre lo que tanto te llegó a enseñar. Enseñanzas que, por otro lado, han quedado inscritas con tinta indeleble en el alma de quien esto escribe. Como ya sabrá el único lector capaz de aguantar esta lectura sin dar algún que otro cabezazo de sueño invencible, me estoy refiriendo a mi abuelo Leoncio, así llamado. ¡Otra vez el pesado éste hablando de su abuelo! Pues sí, ¡qué pasa! Fue él quien me transmitió una serie de sapiencias, valores y amor por tantas cosas que coloqué en su momento y con el debido cuidado en el petate que acompaña mis pasos en el Camino de Santiago de mi vida. De vez en cuando, al menos una vez al día, abro el cierre del petate, rebusco entre lo que en él guardo y extraigo lo necesario para ese momento dado. Hasta ahora me ha ido así bien y el peso de lo acarreado jamás me ha impedido continuar posando mis pies sob...

Palabra

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A Leoncio García Torres, mi abuelo. Mi infancia se desarrolló como buenamente pudo entre una ciudad pequeña a las afueras lejanas de Madrid y los veranos tórridos del pueblo extremeño de mis antepasados. Fue una época de mi vida muy feliz. Anhelaba la llegada de las vacaciones para ir al pueblo con mis abuelos. Hasta la absurdez rebelde de la adolescencia, acompañaba a mi añorado abuelo en las labores del campo. A lomos de un burro o de un mulo cabalgaba entre retamas, encinas y peos de lobo detrás del rebaño de ovejas familiar mientras mi cabeza navegaba por horizontes de grandeza del lejano oeste,  por los campos atestados de espadachines dispuestos a defenestrar con malas artes al rey o defendiendo España del francés entre la fragosidad mediterránea de Sierra Morena.              De mi abuelo aprendí, como de otra manera no podía ser, muchísimas cosas del campo, del ganado y de las plantas útiles para sanar o al menos ...

Palabras

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    A la memoria de Narciso González, mi tío. Es bien sabido por ti, querido y único lector, y permíteme que utilice el vulgar tuteo, que quien estas cuartillas digitales emborrona cada dos semanas es un fanático de las palabras, de sus significados, de su etimología. Tal es la pasión que por ellas tengo que, de muchos años atrás a esta parte, vengo confeccionando en un cuaderno de anillas un diccionario manuscrito colmado de palabras que encuentro en libros, artículos o reveladas por personas más sabias, no es esto para nada complicado, que yo. Lo ojeo con frecuencia, no sólo para fijar o refrescar en mi memoria el significado de tal o cual término, sino que también me sirve para analizar el cambio de mi caligrafía obrado por la magia del paso, ineludible, de los años.             Hay palabras que a uno le enamoran, bien por alguna de sus acepciones, bien porque le traen a la memoria las páginas del libro donde la des...