ESCLAVITUDES IV: Los nuestros
—Sí, pero ese es de los nuestros.
Con esta
frase se liquidan muchas conversaciones incómodas que se pueden dar entre dos o
más acólitos de una u otra sección de nuestras vidas, bien sean en el ámbito
político, deportivo e incluso cultural o literario. «Es de los nuestros» y se
zanja cualquier tipo de divergencia.
Pero no solo sirve la frase de marras para zanjar o liquidar un asunto digamos que espinoso, sino que también es la absolución de muchos pecados capitales, de muchos pecados por los que habría que pagar un buen montón de años de llamaradas, fumarolas y olor a azufre. Se absuelve al amigo, al nuestro, al acólito quitando al asunto el hierro de más que le cuelga del cuello. Se le perdona, se le absuelve, como digo, pero que el mismo pecado no lo cometa el contrario, el contrincante o el adversario pues ese será atacado, vilipendiado y ejecutado civilmente si osara a cometerlo.
No deja de
ser una incesante e insensata búsqueda de un grupo de pares (los nuestros) que nos acoja en su
seno para evitar que el frío y la humedad que hace ahí fuera se nos meta en los
tuétanos de la soledad y el oprobio de ir por libre. De una libertad distorsionada que nos hacen abanderar como indicativo de nuestro ser y desde unos postulados
liberticidas de unión, de pertenencia o de grupo y no es otra cosa que una esclavitud más, imposible
de ver desde nuestra ubicación y que se nos antepone como una catarata en
nuestros iris engañados. Ese sentido de pertenencia de los seres vivos sociales
se lleva al extremo más absurdo cuando nos aferramos al conmigo o contra mí tan
cacareado y tan puesto de moda en la pasarela Cibeles de nuestra sociedad. Tan absurdo
como no dar nuestro brazo a torcer ante simples errores o enormes barrabasadas
cometidas por los nuestros. Y esto no es de personas sensatas y mucho menos sabias.
Perdonamos
pecados, delitos o fallos a los nuestros y nos aferramos como si de una
religión de salvación (todas lo son) se tratara a la madera que flota en el mar de nuestro
equipo, de nuestro partido o de tal o cual cantante que nos gusta a pesar de
que su último disco sea una bazofia integral. Nos da igual, pues estamos
programados para defenderlos, a pesar de no estar de acuerdo en ello, pero no
queremos salirnos del carril, desandar lo andado o ir directamente
contracorriente y, por supuesto, ser la comidilla de todos los correligionarios
pelotas que nos van a señalar con el dedo sucio de la vergüenza. Con este tipo
infame de control social, vamos a ver las cosas con el color que quieren que
las veamos, no con el color que nosotros de manera verdadera las vemos o, mejor
dicho, con el que deberíamos verlo.
Si esto
hiciéramos, a la velocidad del rayo nos tacharían de chaqueteros, de traidores
o felones y los que eran de los nuestros
se volverían en nuestra contra. Pero… ¿Es que nadie tiene ya el sentido crítico
de ver el error cuando se comete? ¿Es que vivimos en un mundo tan pobre de
moral que nadie tiene el valor de llamar a las cosas por su nombre? ¿Tan fuerte
es el compromiso que adquirimos con los otros para que nos mantengan como
esclavos sonrientes y felices siempre y cuando no saquemos nuestro cuarenta y dos de pie del tiesto de los
nuestros? ¿Es tal la ceguera que no queremos ver las evidencias presentes a
apenas tres dedos de nuestros ojos enfermos? ¿Nadie tiene el valor de revelarse
ante todo esto?
Mientras tanto, el rey sigue desnudo exhibiendo su traje que solo los tontos no pueden ver. Y, como somos tontos del culo, y cobardes, no nos atrevemos a decirle a su majestad que va haciendo el ridículo mostrando sus partes pudendas y que es tan tonto como todos nosotros que no somos capaces de ver el traje que le cubre del frío. Porque si esto dijéramos, las hienas de los nuestros se abalanzarían sobre nuestras pobres pieles para darse el festín de la crítica teledirigida y nos condenarían al ostracismo social de los descastados.
¿Pero
nadie se ha preguntado que tal vez allí, en ese exilio civil, se es más libre y
se puede gritar a los cuatro vientos que
el rey está desnudo y que todos los demás también?
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