Especial día de todos los santos y día de los fieles difuntos

 

Hoy se celebra el día de todos los santos, una tradición muy arraigada tiempos ha, pero que hoy se halla contaminada por consumibles, refritos y recauchutados de otros mitos, leyendas y, sobre todo, películas de serie B. Pero eso hoy me da igual. Como decía, hoy es el día de todos los santos.

¿ Pero qué es un santo?

            Un santo es una persona buena, hacedora de milagros y que la Santa Madre Iglesia ha tenido a bien ascenderle a los altares. 

    Aunque si con detenimiento nos paramos a repasar el santoral, nos quedaríamos como estatuas de sal al ver la vida y milagros (nunca mejor dicho) de muchos/as a quienes los devotos iluminan con luz de velas. Algunos no fueron buenas personas, no hicieron milagro alguno y, sin embargo, por cuestiones variadas que no vienen al caso, los prebostes de la Iglesia del momento les auparon a las cumbres de la devoción.

            Pero, con los pies en la tierra, ¿ quién no ha escuchado decir: «Miguel…Miguel es un santo de lo bueno que es» o «Juanita…¡Una santa es lo que es!»? Que tire la primera piedra quien no lo haya escuchado. Es cierto que por la vida nos cruzamos con personas poseedoras de todas y cada una de las cualidades de un  santo (guarda el perfil, se dice ahora): son buena gente, hacen milagros de andar por casa, de esos que pasan desapercibidos, como estirar el sueldo como una goma para que no falte un plato de comida en la mesa (multiplicar el pan y los peces), o explotar la amistad, preocuparse por las personas a quien quiere de tal manera que cuando un amigo se encuentra caído, le acompaña, le escucha, le reconforta (Lázaro, levántate y anda), entre otros muchos que, como digo, pasan sin darnos cuenta. Su problema (o no)  es que no los suben bajo palio a los altares.

            Por este motivo hoy es el día de todos estos santos desconocidos, que llevaron una vida acorde con sus principios y sus finales, dispuestos a dejar la huella indeleble de su bondad guardada a buen recaudo en nuestros corazones. Se les homenajea, se les recuerda y sus pequeñas, para el otro insignificantes, obras no caen en el olvido de quienes les conocimos en vida.

                                                                  Imagen de sspiehs3

            Por otro lado, mañana es el día de los fieles difuntos. Es un día que aunque no es festivo, debería ser el día de la alegría de vivir. Si bien es cierto que habría que festejarlo todos los días de nuestras existencias, pero en este día muy especialmente. Nos acordamos de aquellos que nos precedieron y ya no están en este mundo; pero tampoco nos podemos olvidar de esas personas que siguen entre nosotros, que su corazón sigue palpitando (con su sístole y su diástole, y todo) pero que no ejercen como vivos. Esos son los muertos en vida, viven una vida que no es la suya, que se la han prestado; viven sin vivir en sí; desperdician en banalidades y tonterías los instantes que nunca más volverán. Sí, respiran, les late el corazón, incluso se mueven, pero no viven.

            De estos últimos que no viven nos tenemos que acordar a cada momento, para no caer en la trampa en que cayeron, para no dar ningún sorbo al vino de su desgracia, para, en definitiva, no ser como ellos. Porque tenemos que vivir cada décima de segundo con lo que nos hace crecer como personas, con lo que nos llena la vida y consigue hacer que nos conozcamos mejor a nosotros mismos y con quienes amamos y nos aman. Y, para terminar este especial del día de todos los santos y del día de los difuntos, parafraseo a un muerto que sigue muy vivo, don Jesús Quintero: «No solo tenemos que estar vivos sino que también parecerlo».

Comentarios

  1. Querido amigo... El problema de esos difuntos, por ser fino y no decir muertos, vivientes tiene el serio problema que si dejas que se acerquen mucho o pasas a su lado más tiempo del necesario te absorben la energía, y poco a poco tus pulsaciones bajan y te contagias de esa muerte...

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